Mario Casas: “Ir al cine será una señal de que estamos volviendo a la vida”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de Toro © Marino Scandurra · 18 mayo, 2020

El actor, que planea su salto a la dirección, tiene tres proyectos pendientes de estreno este año

Es difícil pensar en alguien que se esfuerce tanto para que no lo vean en un papel determinado. Mario Casas ha conseguido dejar atrás su estela de “joven ideal de las adolescentes españolas” tras acaparar portadas de carpetas como protagonista de las taquilleras Mentiras y gordas, Fuga de cerebros y Tres metros sobre el cielo. Chico Banderas –su estreno en la gran pantalla fue El camino de los ingleses–, comenzó su carrera en televisión –Los hombres de Paco fue su tarjeta de presentación– y en los 15 años que lleva en la interpretación se ha arrancado más de una etiqueta. Han pasado películas –Carne de neón, Grupo 7, La mula, Palmeras en la nieve, Toro, Contratiempo, El bar, Adiós…– directores, compañeros y compañeras de rodaje, personajes buenos y malos, y algo ha cambiado en el que hoy es uno de los nombres con más tirón de la industria audiovisual patria. Lleva rodadas 23 películas y varias ficciones televisivas. Su trabajo convence y él, que va poco a poco, trabaja todos los días para no defraudar. Quiere probar detrás de la cámara, meterse en la piel de Lope de Vega, “personaje que estuve a punto de hacer” y responde con un “complicado” a la pregunta de cómo será el cine poscoronavirus. Con cuatro proyectos, tres de ellos pendientes de estreno, Mario Casas estaba llamado a protagonizar las pantallas en el 2020.

Se le acumulan las presentaciones. Al reciente lanzamiento de Hogar tiene varios estrenos a la vista: las películas El practicante y No matarás, además de la serie El inocente.
Estoy muy contento porque son proyectos muy diferentes que me han dado la oportunidad de madurar. En Hogar acompaño a Javi [Javier Gutiérrez], que es el que tiene toda la fuerza en esta historia, que está en las primeras posiciones de Netflix. El practicante, de Carles Torras, es una historia más de autor, un thriller psicológico, que, por el género y por cómo se ha rodado, podría ser muy festivalera, pero en este momento tan difícil en el que estamos no sabemos qué va a pasar. Y en octubre llegará No matarás, un thriller más puro, muy entretenido, de David Victori.

Ahora que el mundo está en pausa, ¿qué ha hecho durante este parón obligado?
Escribir. No sé hacia dónde va a ir, pero estoy terminando el tratamiento de un guion que luego desarrollaré con profesionales porque yo no soy guionista, y una buena película parte de un buen guion.

Tengo el gusanillo de dirigir y, aunque me produce miedo e inseguridad, acabaré haciéndolo. Los años que llevo en la profesión me han dado unas herramientas que me pueden valer para ponerme detrás de la cámara. Al final, es crear un buen equipo y concentrarse en lo que uno quiere contar y en los actores, que es lo que me gusta.

Los años le van situando en otros territorios. En junio cumplirá 34. 
Tengo las mismas ilusiones y las mismas ganas que cuando empecé. Desde el principio tuve claro que no quería encasillarme, y sigo igual. Cuando leo ‘Mario Casas está mejorando, se esta afianzando’, pienso que es porque he visto mundo, he sufrido, he sido feliz… Tienen que pasarte cosas para dar fondo, ambigüedad y matices a los personajes. De niño se trabaja más desde la inconsciencia y la inocencia. Y la inocencia que he ido perdiendo me ha hecho tener más miedo, porque soy más consciente de lo difícil que es esta profesión y de los grandes intérpretes que hay.

Los actores siempre tenemos que estar demostrando. El público, que es muy inteligente, te da la oportunidad el tiempo que quiere porque si no te ve trabajar, si no te ve esforzarte… te aparta. Mi miedo y mi ansiedad es defraudar al público que ha estado conmigo desde el principio.

Nunca oculta sus temores y sus inseguridades.
Lo que me han enseñado en casa y también me han dicho grandes actores como José Sacristán, Juan Diego, Javi [Gutiérrez] y Luis Tosar es que hay que salir de la zona de confort. Podía haber seguido haciendo el mismo tipo de películas con las que me di a conocer, pero intento no estancarme, superarme día a día para demostrar que puedo hacer otros personajes y tocar distintos palos. Desde hace tres años tengo un acting coach –profesor de interpretación– que me saca de ese lugar, que me tiene vivo antes de empezar una escena, bien sea con ejercicios o metiéndome en el papel. Me está viniendo muy bien, porque estoy trabajando constantemente y forzando la máquina para crear nuevos personajes.

Es muy complicado que cada papel que interprete sea una sorpresa.
Mis padres, mis hermanos y un amigo leen los guiones, y les escucho porque me conocen muy bien. Los personajes tienen que ser un reto, tengo que pasarlo mal, porque en esa búsqueda de hacer cosas que no has hecho, que a veces sale mejor y otras no, es donde voy a mejorar y me voy a convertir en un buen intérprete. Mira las carreras de Javier Bardem, Tom Hardy, Jake Gyllenhaal y Joaquin Phoenix. Ellos se arriesgan, se la están jugando todo el tiempo.

Javier Gutiérrez y Mario Casas en Hogar

Con los suyos y en su país

¿Tiene un plan trazado o deja que las cosas sucedan?
No hay plan. Después de El practicante iba a parar, pero me llamó Oriol Paulo para El inocente –serie basada en la novela homónima de Harlan Coben de ocho capítulos, “lo que está muy bien porque me costaría mucho entrar en ficciones de varias temporadas”–. En Contratiempo, Paulo y yo vivimos algo maravilloso, la historia me gustaba y acepté. Nunca me he metido en un proyecto si no estaba seguro al cien por cien. Mi coach Gerard Oms siempre incide en que hay que ser honesto. Y es lo que intento hacer con mi carrera para no fallar al público, al director y a mi proceso artístico y vital.

¿Piensa en lo que habría ocurrido si hubiera fallado su apuesta por ser actor?
Siempre he estado ligado a la interpretación. De pequeño hice publicidad, en el colegio hacía teatro, en las fiestas de fin de curso sketches de Cruz y Raya… Me gusta la psicología y ayudar a los demás, pero nunca me he planteado otra profesión. Si esto se acabara, me buscaría la vida en este mundo desde otra rama.

Si tuviera que elegir un momento determinante en su carrera, ¿cuál sería?
Cuando hice mi primer casting con Janfri Topera para una serie diaria en TVE. Tenía cuatro páginas de texto y no había tenido tiempo para estudiar. Janfri me dijo: improvisa. Eso hice, y me dieron el papel. Y 3 metros sobre el cielo. Venía de la tele y se nos criticaba porque estábamos metiendo la cabeza en el cine. La película tuvo una gran repercusión, Hache fue un personaje icónico para un determinado público.

Echamos un vistazo a su currículum y vemos que ha repetido con Fernando González Molina, Paco Cabezas, Álex de la Iglesia y Oriol Paulo, y que solo le ha dado órdenes una mujer, Mar Targarona (El fotógrafo de Mauthausen).
¡Ojalá me llegaran más proyectos dirigidos por mujeres! Estuve en conversaciones con Paula Ortíz, pero la única cineasta que me ha ofrecido un guion ha sido Mar.

Y hay escasas incursiones en otras cinematografías (Los 33, Eden) ¿No le tienta probar suerte en Estados Unidos o en China, donde arrasó con Contratiempo?
Leí una entrevista a Rafa Nadal en la que le preguntaban por qué no se iba a vivir fuera, y decía que alguna vez se había ido, pero que no era feliz. Hace unos años me lo planteé, pero no no pude hacer ese viaje que hicieron Antonio Banderas y Penélope Cruz, porque disfruto de lo que hago cuando estoy con los míos y en mi país. Además, ahora la ventana al mundo es tan grande que no es necesario salir fuera. Mi hermano Óscar ha mandado las pruebas de las propuestas que le han llegado, y ya ha hecho varias películas en inglés.

La fama, la gloria o el respeto, ¿qué es lo principal?
Lo más importante es respetar a un actor. Cuando veo a Javier Bardem o a Tosar, mis sentimientos son de respeto y admiración. No es que me hayan faltado al respeto, pero me han dado mucha caña y se me han echado encima por haber hecho, cuando era más joven, una serie de proyectos que ahora puedo seguir haciendo.

Una normalidad entre comillas

Mario Casas en El practicante

Es uno de los rostros más habituales del cine español y nunca ha estado nominado a los Goya ¿Le molesta?
No. Sí me ha dado pena que algunas películas [cita Palmeras en la nieve] no estuviesen nominadas, y no hablo de la categoría de interpretación, porque se lo merecían. Es muy bonito ver a los compañeros en los Goya con todo el equipo empujando por una película. Me gustaría vivir ese momento algún día.

Este año, los Goya 2021 permitirán competir de forma excepcional a los estrenos online.
Será interesante ver si el análisis de los académicos es distinto cuando ve una película en sala o en las plataformas. Y si su opinión y valoración coinciden con el público, que está acostumbrado a consumir películas y series en las plataformas digitales. Algunos años he echado de menos en estos premios historias que los espectadores han empujado y han funcionado muy bien.

Tras el confinamiento, ¿se recuperará el hábito de ir al cine?
Una de las primeras cosas que voy a hacer, en realidad la primera, es ir al cine, sentarme en la butaca para disfrutar de una película, sea la que sea. Y si se puede, comer palomitas.

Para mí, el cine es una manera de vivir. Me he criado en las salas, a las que voy desde que tengo uso de razón, y creo que hay mucha gente como yo. Ir al cine será una señal de que estamos volviendo a la vida, una muestra de que volvemos a una normalidad, entre comillas.

En España, ¿se valora la cultura?
No lo suficiente, es un tema pendiente. Un país sin cultura no es nada. Yo me pregunto, ¿cómo hubiésemos pasado este confinamiento sin el cine, las series, los libros, la música, los conciertos…?

El coronavirus nos ha puesto a prueba.
En estos meses he pensado mucho qué estábamos haciendo mal para que el mundo se haya parado. Confinados hemos tomado conciencia de la velocidad a la que íbamos, de que cada uno, egoístamente, hacía su viaje. Esta situación nos ha hecho retomar relaciones y escucharnos más.

Mario Casas en No matarás ©Filmax

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