David Pérez Sañudo, director de Ane: “El silencio obliga al espectador a mirar”

Por Enrique F. Aparicio · Fotografías de Tamara Arranz · 20 septiembre, 2020

La construcción de un tren de alta velocidad amenaza con dividir un barrio en dos. La tecnología ideada para aproximar dos puntos dibujará una distancia quizás insalvable entre una madre –vigilante nocturna en las obras– y su hija, activista contra la separación. Cuando la segunda, que da título a la cinta, desaparece, la primera descubrirá que quizás no sabe tanto de la persona con quien convive. El vacío y el silencio son dos de los elementos principales de este debut en euskera del cineasta David Pérez Sañudo, que presenta en la sección New Directors de Zinemaldia.

Presenta su debut en el largo en San Sebastián, ¿qué puede aportarle Zinemaldia a Ane?

Creo que es el lugar idóneo para estrenar esta película. Evidentemente le otorga una etiqueta de calidad que revaloriza el proyecto.

¿Cree que el papel de los festivales se refuerza en un momento de incertidumbre industrial?

Sin duda. La liturgia del evento se revaloriza con este momento de restricciones. Lo online se ha desarrollado notablemente, tanto la oferta como las estrategias de difusión y otro tipo de contenidos audiovisuales, pero creo que también hemos detectado sus límites. El festival, en su sentido más físico, sigue siendo la oportunidad más orgánica para el estreno de un tipo de cine. El punto de encuentro. Eso que se comparte con el teatro o con un concierto en directo. Nos habíamos olvidado de que el cine es también un acto, que no hay dos pases iguales.

La trama parte de uno de sus cortometrajes. ¿Ane siempre tuvo aspiración de largo? ¿Cómo creció la historia?

La verdad es que son muy distintos. Nos valió para dar a conocer un contexto, un tipo de personajes, para acercarnos al drama… Pero a partir de ahí la película evolucionó de manera diferente.

Las palabras se hacen esperar en una película que precisamente ahonda en la incomunicación entre personas cercanas. ¿Cómo construyó la apuesta formal para esta historia?

Cuando uno lleva trabajando tanto tiempo en el guión, como es nuestro caso (de Marina Parés y mío) el contagio de uno mismo es elevado. La historia y los personajes han salpicado demasiado y, curiosamente, en el planteamiento estético hay mucho de instintivo. Dicho esto, evidentemente hay un discurso plástico premeditado, un tipo de filmación del personaje de Lide y de su relación con el espacio. La casa, representada como el territorio de la contienda, es una superficie extensa, siempre hay metros cuadrados inutilizados, vacíos, que nos recuerdan la ausencia. Ahí está la huella de quien no está. Tan importante es el personaje como la ausencia de este. Los objetos del otro. El daño representado en un roto en una pared. Podríamos decir que ideamos la casa como un mapa de las personalidades allí existentes.

«Poner en cuestión la idea de progreso me seduce especialmente»

¿Son el silencio y el vacío potentes elementos cinematográficos?

Forman parte de la esencia del cine, son elementos identitarios. Antes de la llegada del sonoro, el cine tuvo un desarrollo narrativo notable. No rechazamos el valor de la palabra, cinematográficamente hablando, pero siempre intentando usarla con lógica. El silencio obliga al espectador a mirar, no tendrá la información si retira la mirada de la pantalla. En Ane, el vacío y la soledad nos aproximan, incluso, al tedio del personaje principal, de Lide, que es también nuestro tedio al mismo tiempo.

El tren, un elemento pensado para facilitar el encuentro, separa la relación entre madre e hija. ¿Se hace más compleja la comunicación entre personas cuando disponemos de más tecnologías que la facilitan?

Ahí está el interrogante. Poner en cuestión la idea de progreso nos seduce especialmente. Es curioso que algo que está diseñado para comunicar dos puntos, como es un tren, separe dos márgenes, dos espacios. Parte un barrio en dos. Ese elemento simbólico, una vía que separa a dos personas, es un resumen de la película entera.

El cine como tecnología, ¿facilita ese encuentro?

Nuestra exigencia tiene que ser la máxima para tratar de ofrecer una opción diferente, algo que no se encuentre en el consumo más efímero que permite el teléfono móvil o incluso la televisión. El cine, visto en salas, tiene algo de punto de encuentro, eso que se dice de que es de forma simultánea es un espacio íntimo y colectivo. Pues mira, creo que ahí ya hay un acto comunicativo.

La cinematografía en euskera vive un momento de expansión y reconocimiento, ¿facilita eso el desarrollo y la financiación de cintas en esta lengua?

Creo que evidentemente hay una mayor producción de cine en euskera y que eso deriva en un aumento de la calidad. Películas como Loreak o Amama marcaron un camino que esperemos no se detenga. En los últimos años se suceden títulos muy importantes: Handia, Errementari, ahora Akelarre o Hil kanpaiak. Pero también es cierto que financiar una película en euskera tiene grandes ventajas en cuanto a la financiación. ETB aporta mayores cantidades, el gobierno vasco puntúa positivamente que sean en euskera… Son elementos que dinamizan la producción en euskera.

En el año de la incertidumbre, ¿qué importancia tienen las historias que contamos a través del cine?

Curiosamente nos ha revalorizado. La ficción como vía de escape se ha disparado durante el confinamiento y quizás sirva para saldar una deuda pendiente con la industria cinematográfica: aceptar que además de cultura, es industria.

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