Maite Alberdi: “Hay mucha crueldad en la vida, pero también mucho amor”

Por Chusa L. Monjas · 25 septiembre, 2020

La cineasta chilena regresa con El agente topo a un tema recurrente en su trayectoria, la vejez, en las ‘perlak’ de Zinemaldia

Maite Alberdi se siente cómoda viviendo mundos a los que puede entrar con la cámara como excusa. “Sin la justificación de la cámara no podría compartir las historias que vivo que son de otros, y se vuelven mías. Es una forma de vida”, declara la cineasta chilena que, sin entrar en la distinción entre ficción y no ficción, sí reconoce que su campo es la realidad, “que sorprende más que cualquier cosa que yo pueda imaginar o inventar”. La autora de La once –nominada a Mejor Película Iberoamericana en los Goya 2016, hazaña que puede repetir tras la selección de su trabajo como representante chilena para la próxima edición de los galardones– y Los niños ha vuelto a construir una historia con la realidad: El agente topo, una de las ‘perlak’ del Festival de San Sebastián que se estrenó en el último Sundance, y que al director y guionista estadounidense Darren Aronofsky le pareció “una película divertida y conmovedora sobre el espía encubierto más inesperado de Chile”. “Quería hacer un documental de cine negro porque amo las ficciones de detectives, y nunca había visto un documental sobre investigadores privados”, expone la responsable de esta coproducción apoyada por Chile, Estados Unidos, Alemania, Holanda y España, que fija la cámara en Sergio, un octogenario con una increíble misión dentro de un asilo.

Menudo giro le ha dado a las películas de espías.

Esta es una película de espías y ancianos, ¡menudo contraste! Ese es el absurdo, un espía de 85 años, un hogar de ancianos donde creemos que hay delitos… Es una cinta policial en un lugar inesperado, pero finalmente trata sobre la vejez, que sí es un lugar recurrente para mí.

Hemos visto muchas películas y series sobre el mundo de los agentes secretos. El suyo, Sergio, es muy particular. ¿Cómo le encontró?

Como aparece en la primera escena de la película. Rómulo, el detective, trabajaba con un agente secreto que se rompió la cadera, así que puso un aviso en el periódico y llegaron alrededor de 50 personas entre 80 y 90 años buscando trabajo. Fue un regalo su aparición y una sorpresa. Tuve que convencer al detective de que lo contratara, porque es el peor espía del mundo, pero la persona más encantadora para una película.

¿Cómo fue el trabajo con los no actores de esta historia?

Lo principal fue que se acostumbraran a la cámara, a nosotros como equipo, y yo como directora tuve que aprender a filmarlos. El rodaje de cuatro meses fue un ejercicio de paciencia, de esperar a que las escenas que queríamos pasaran frente a nosotros. El oficio del documentalista es como el del detective privado; el detective espera y sigue personas hasta que tiene sus pruebas y puede tomar las fotos. Yo espero con mi cámara hasta que aparece la acción que estoy buscando para el guion.

Sentirse solo es uno de los grandes problemas de las personas mayores, que prefieren vivir en sus casas, aunque sea solos, con sus recuerdos, su vida, sus hábitos, su entorno…

La soledad es el tema de la película y uno de los principales problemas de las personas mayores. En Chile, los mayores índices de suicidio son de personas mayores de 80 años. Aumenta la expectativa de vida, pero no el deseo de vivir, precisamente por la soledad. Independientemente de si están en casa o en una residencia. Por supuesto que el abandono en los hogares de ancianos es aún más abismante porque muchas veces está ligado a una pérdida de autonomía.

Una de sus protagonistas dice: “Es cruel esta vida, después de todo”. ¿Asume esa confesión?

Creo que la película muestra que la vida es cruel y dulce. Que hay tristeza y humor, que las emociones conviven y no es todo blanco y negro. Hay mucha crueldad en la vida, pero también mucho amor. Eso lo veo en mi entorno y en El agente topo.

 

Una nueva mirada sobre la vejez

La imagen que proyecta el cine actual de las personas mayores es una visión patológica o negativa del envejecimiento o los cuidados en la dependencia. No hay muchas historias que representen la vejez como una nueva etapa, como un periodo positivo en el que afrontar nuevos retos.

No se puede hacer un discurso unívoco de ninguna generación, cada persona es un mundo. En la tercera edad se viven muchas situaciones distintas. Y eso se puede ver en la película, hay personas mayores de 85 años buscando trabajo, otras de la misma edad con demencia, otros autónomos y felices. El protagonista encarna la posibilidad de vivir muchas vidas, de abrirse a nuevas experiencias, incluso a los 85 años. Eso es para mí una lección de esta película. Consigue nuevas amigas, un nuevo trabajo, y se abre a un nuevo mundo en un momento de la vida en que uno asume que todos los círculos y todas las opciones están cerradas.

Su película es una ocasión para reflexionar, aprender y descubrir otros puntos de vista sobre la vejez.

La película entrega una nueva mirada de la vejez, porque invita a ver los matices. A no juzgar, a no enfrentarse con prejuicios ni a las residencias para los mayores ni a los ancianos en general. Es una invitación a no cerrar la puerta a los viejos por ser dependientes, a integrarlos, escucharlos y disfrutarlos ante todo.

¿Por qué le interesa tanto la vejez? Muestra situaciones dramáticas, pero no se acerca a esa etapa de la vida desde la marginalidad.

La vejez es una etapa con muchos cambios, con grandes pérdidas y grandes aprendizajes. Son personas que dicen abiertamente lo que piensan y que están aprovechando sus últimos años, de distintas maneras, en la medida que el cuerpo se los permite. Me interesa la vejez porque se palpan los cambios, yo filmo el presente y filmo la acción, mis narrativas se basan en el tiempo. Y la vejez es un tiempo de cambios que se visualizan en acciones concretas. Quiero atesorar ese presente y esa multiplicidad de vidas.

¿Cómo fue su relación con sus abuelos?

Mi abuela materna fue mi segunda mamá –fue la protagonista de La once–. La seguiré extrañando y admirando siempre. Era cariñosa, divertida, osada, desvergonzada, egocéntrica también. Desde esa obsesión por mi abuela probablemente nacen muchas otras obsesiones.

Funcionarios y familiares

Las residencias de ancianos están en el punto de mira por el coronavirus. Muchas de ellas han sufrido los estragos de la pandemia de una forma muy virulenta. Después de haber filmada en una residencia, ¿qué opina de estos centros?

Son lugares fundamentales para algunos ancianos que necesitan cuidados especiales que muchos familiares no pueden darles, porque son cuidados médicos. Pero no se les puede entregar toda la responsabilidad. Las instituciones para la tercera edad las construyen los funcionarios y también los familiares. El problema es que los familiares solo se quejan de las instituciones, pero no asumen que tienen un rol de compañía y de prolongar los lazos familiares más allá de que el anciano ya no esté viviendo en la casa. Ese es el papel de la familia, no de los hogares de ancianos.

Tras la presentación en Sundance, las buenas críticas no se hicieron esperar. Ahora es una de las “perlak” del Festival de San Sebastián, ¿qué espera de este certamen?

De Sundance tengo grandes recuerdos porque fue la primera y última vez que vi la película con espectadores, y para los directores es importante sentir al público. Fue un viaje de emoción, sentir como iban de la risa a las lágrimas.

En San Sebastián espero volver a sentir a la gente en esta historia. Además, la película tiene una lectura completamente distinta post-COVID que yo aún estoy tratando de entenderla, cuando la terminé y la estrené en Sundance era una vida pre-pandemia.

Hasta ahora, todos sus trabajos tienen como escenario Chile, ¿se ha planteado cambiar de contexto?

Sí, estoy pensando historias fuera de mi país. Tengo un proyecto que hemos investigado en Japón. Ahora, el nuevo debate de la industria es sobre la apropiación cultural, sobre el derecho a filmar en lugares de no pertenencia,

Es de las cineastas que se piensa mucho lo que quiere contar. Rueda tras un largo proceso se investigación y de ganarse la confianza de sus protagonistas.

Paso años investigando antes de escribir el guion y filmar, y además paso mucho tiempo filmando, a veces también años. Eso me permite entender a mis personajes, tener un punto de vista sobre ese mundo, porque sino solo mostraría la realidad. Los documentales son realidades con puntos de vista, a través de mi mirada. Hay muchas miradas posibles sobre una misma realidad. El tiempo de investigación me permite determinar la mía.

¿Qué ha supuesto La once en su carrera?

Fue la película que me abrió nuevos territorios, que hoy me permite tener cinco coproductores en El agente topo, que me ayudó a ganarme el derecho de seguir filmando. Y de entender que una película puede ser universal desde sus temáticas y única desde su historia y personajes, más allá de la idiosincrasia específica. En España, La once me permitió conocer a las productoras de este nuevo trabajo, que han sido un aporte creativo fundamental para la película.

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