“Firmeza, cabeza y (sobre todo) chulería” son los atributos que reivindican como suyos los Antidisturbios de Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981), que llegan el 16 de octubre a Movistar+. El cineasta regresa por tercera vez a la Sección Oficial de Zinemaldia, tras Que Dios nos perdone y El reino, y lo hace con seis capítulos sobre un grupo de policías que se enfrenta a una acusación de homicidio, tras ejecutar un desahucio en 2016 que se complica. Convencido de que “el ser humano necesita ficción, como ha quedado claro en la pandemia”, Sorogoyen e Isabel Peña vuelven a poner el foco en sus historias en la última década de nuestro país, donde la crisis económica, las manifestaciones, los desahucios, el racismo y, cómo no, la corrupción han acaparado los titulares. El realizador reconoce que la naturaleza de su oficio le afecta muchísimo en su vida privada y opera del mismo modo con los personajes de Vicky Luengo, Raúl Arévalo, Álex García, Hovik Keuchkerian, Roberto Álamo, Raúl Prieto y Patrick Criado, que también se llevan el trabajo a casa.
Desde su título, la serie ya advierte quienes van a ser sus protagonistas. ¿De dónde surge su interés por este cuerpo de policía?
Nos interesa desde hace mucho, desde las manifestaciones en la Puerta del Sol en 2011 y el 15-M. Isabel y yo lo vivimos muy de cerca, por lo geográfico y lo generacional, y había una violencia policial que nos aterraba, pero que es parte del juego político y de la realidad, pero eso no quita para que te aterre y te interese como contador de historias. Uno se pregunta por sus vidas, por qué tipo de padres son, si educan de manera tierna o no, si son buenos maridos y amantes. De ahí surge esa fascinación por ese cuerpo de policía que tiene un trabajo muy duro y violento, muy al límite.
De hecho, en Que Dios nos perdone el personaje de Roberto Álamo inicialmente iba a ser un antidisturbios. Como para la trama no nos funcionaba lo cambiamos, pero nos viene de lejos este interés.
Raúl Arévalo, Álex García, Hovik Keuchkerian, Roberto Álamo, Raúl Prieto y Patrick Criado interpretan a los seis componentes de esta brigada “Puma 93”. Unos personajes muy distintos, pero que en muchas ocasiones se pueden ver como un ejemplo de masculinidades tóxicas.
Yo no lo veo así.
¿Qué imagen querían dar de esos agentes?
Queríamos contar que son seres humanos, que viven en esta sociedad y que son personas con sus problemas psicológicos y con sus luces y sus sombras. Hemos intentado contar su historia y, como ocurre en todos los trabajos, que este te afecta en tu vida privada de alguna manera. El mío me afecta muchísimo. Ellos, que están lidiando con la violencia intentarán, unos más y unos menos, que esa violencia no les traspase a sus vidas, pero habrá veces que será imposible. También creo que hemos hecho seis tipos, que aunque pertenecen al mismo universo tienen circunstancias muy distintas.
Frente a ellos está la agente de asuntos internos, Laia Urquijo, absolutamente obsesionada con averiguar qué sucedió.
Vicky Luengo para mí es el gran descubrimiento de la serie. Nos gustaba mucho ese viaje en el que ella acaba convirtiéndose en la protagonista, cuando parece que no lo va a ser. La primera escena de la serie es una declaración de intenciones. Al principio quizá no empatizas con ella, pero al final te das cuenta que es una mujer que lo que quiere es resolver un caso. Es una persona muy ambiciosa en cuanto al trabajo, muy profesional y muy recta.
Los antidisturbios tampoco son ajenos a la precariedad, muestra que no siempre cuentan con los equipos necesarios. ¿Son una víctima más del sistema, una cabeza de turco?
Queríamos reflejar esas carencias y como eso tiene sus consecuencias, pero no queremos presentarlas como víctimas. Queríamos intentar reflejar la realidad y de repente te das cuenta que tienen pocos medios y que tienen que cumplir órdenes, pero no son víctimas. La única víctima es el señor que se ha caído y ha muerto.
Precisamente la persona que fallece desencadena todo el conflicto de la serie, pero acaba siendo alguien cuyo nombre nadie recuerda.
Nos parecía muy significativo. Nos gustaba mucho que la propia serie funcionase como la realidad. Hay un momento que la propia agente no se acuerda de su nombre, que es muy cinematográfico. Aquí lo importante es que ha muerto un ser humano en unas circunstancias que no deberían haber ocurrido nunca, pero la serie va de otra cosa, los personajes están preocupados de otras cosas. No les convierte en villanos, pero es un hecho que este señor está olvidado. Esto es una realidad, cientos de personas se mueren en el mar y nos ponemos tristes un microsegundo.
Saber hacer y querer hacer de todo
¿Al igual que en Que Dios nos perdone y El reino, de nuevo el ‘Telediario’ es una fuente de inspiración?
Siempre es una muy buena fuente de inspiración, afortunadamente. Está claro que nos gusta contar una parte de la realidad, porque nos permite hablar de temas que nos interesan. Creo que como cineastas hay que hacerlo, lo hagas de una manera evidente o no, y aunque no quieras, lo estás haciendo.
¿Los últimos diez años en España son muy ficcionables?
Coges cualquier década de este país y es muy ficcionable. En nuestro caso, estamos viviendo estos años y tenemos mucha información -aunque que haya mucha información no significa que estemos muy informados-. En el fondo, hacemos historias que nos cuentan a nosotros, que es lo más importante.
“Hacemos historias que nos cuentan a nosotros”
¿Han contado con el asesoramiento de antidisturbios para prepararla?
Para la escritura de guion sí tuvimos conversaciones con antidisturbios y te das cuenta de la obviedad más grande, que son personas como tú y como yo: uno más callado, otros más graciosos, otro que se le ve más académico o formalito, otro que te dice ‘sí, hay veces que hay que saltarse un poco la norma’. Cosas que podíamos intuir, pero que está genial verlo en los ojos, las caras y las manos de los seres reales.
Y luego hemos tenido una figura de asesor, durante la preproducción y el rodaje, que era básica, porque nos dice qué cosas se hacen, cuáles no, que no se podría hacer bajo ninguna circunstancia, qué es lo normal. Sin esa persona hubiéramos estado completamente perdidos. A los actores les generaba mucha seguridad.
¿Los asesores han visto la serie?
No, pero porque no ha habido ocasión.
Continúa el idilio con Madrid, después del paréntesis con Madre y El reino.
Es nuestra ciudad, vivimos aquí Isabel Peña y yo. Es un idilio inconsciente e involuntario, pero idilio al fin y al cabo. Me gustaría rodar en muchos sitios también, porque te ayuda a conocerlos, pero me encanta retratar Madrid.
Es su primera serie como director y co-creador junto a Isabel Peña, con la que además firma el guion a seis manos con Eduardo Villanueva, pero además respalda Antidisturbios con su productora Caballo Films. ¿Por qué le interesó embarcarse en esta serie original de Movistar +?
Hay muchas ventajas hoy en día de poder hacer una serie. Nos sentimos agradecidos, ya no solo como productora, por lo que te hace crecer y facturar y porque nos permite abordar otras historias. Me da igual hacer una película que una serie, encuentro el mismo placer y la misma motivación. Pero hoy en día hay más dinero para hacer series, porque no todas las películas son rentables. Hay algunas que sí, pero la mayor parte de las películas no lo están siendo. El mercado está cambiando y uno tiene que amoldarse a eso. Yo no quiero dejar de hacer películas. Y no van a acabarse, el ser humano necesita ficción, ha quedado claro en la pandemia, pero tiene sus riesgos. Nuestro siguiente proyecto, por ejemplo, es una película pero queremos seguir haciendo series. Amoldarse significa saber hacer y querer hacer de todo.
¿Con qué sensaciones acude a esta 68 edición, que es casi un milagro que se celebre después de lo que hemos vivido en los últimos meses por la pandemia?
Voy con la sensación de que es un privilegio que haya Festival de San Sebastián, es súper positivo. Hay que arrimar el hombro. Hay que apoyar la cultura y la sociedad y aquí estamos todos para hacerlo.