Pedro Olea: “Con la edad uno tiene una visión cariñosa del pasado”

Por Chusa L. Monjas · 3 noviembre, 2020

Se estrena Olea, más alto, documental que recorre la trayectoria del director, guionista y productor vasco

“Nunca pensé que iba a estar más de 50 años viviendo bien de esta profesión, ¡y lo que dure! Mientras tenga ganas y salud, seguiré haciendo cosas”, promete Pedro Olea, que continúa subido ‘al mejor tren eléctrico que te pueden regalar: el cine’. Con esta frase de Orson Welles concluye Olea, más alto, documental que recorre la trayectoria del cineasta bilbaíno y que lleva la firma de Pablo Malo.

El director que ha filmado títulos tan importantes para nuestro cine como El bosque del lobo TormentoPim, pam, pum… ¡fuego! y Un hombre llamado flor de otoño; el que ha escrito guiones con Rafael Azcona, Mario Camus, Jaime de Armiñán y Juan José Porto; el que siente debilidad por los personajes que no son de una pieza; el productor; y, lo más importante, el hombre al que le gusta el cine desde siempre, desde que iba con sus hermanos a ver películas de Fu-Manchú y de los hermanos Marx. Todas las caras de Pedro Olea están en este trabajo que estará en los cines el 6 de noviembre y en el que han participado José Luis Garci, Porto, Mario Camus, Joan Manuel Serrat, Maribel Martín, Diego Galán, Víctor Manuel, Máximo Valverde, José Frade, Concha Velasco, Ángel Pardo, Terele Pávez, Imanol Arias, José Sacristán, Imanol Uribe, Arturo Fernández, Fernando Guillén Cuervo, Arturo Pérez Reverte, Assumpta Serna, Jorge Sanz, María Barranco y Manuel Morón.

Es el momento de recordar todo lo que ha hecho este realizador vasco, cuya carrera está marcada por la constancia. Y es que, como dijo Luis Buñuel y él siempre resalta, “esta es la profesión más maravillosa que existe”, defiende este incansable que también ha dirigido filmes para televisión y obras de teatro, ha trasladado a las pantallas novelas de escritores como Benito Pérez Galdós, Antonio Gala y Arturo Pérez Reverte –por el guion de El maestro de esgrima ganó un premio Goya en 1992–, ha desafiado a la censura varias veces y ha hecho películas sobre hombres lobo y brujas –Akelarre.

Gracias a los documentales es mucho más fácil conocer a un cineasta.

Son como los “así se hizo” que van con los DVD, como complemento de la película. Son importantes si las entrevistas son profundas, largas, serias y están hechas con rigor. Contesté las preguntas que me hacía y acudí a los sitios que me citó, no me he metido en nada. Tenía plena confianza en Pablo.

Es un retrato íntimo con dosis de homenaje y admiración.

Agradezco mucho a Pablo el interés que se ha tomado. Un director joven hace un documental sobre un director carrozón [forma parte de ‘Cineastas Contados’, serie de películas documentales en las que directores jóvenes retratan a maestros del cine español]. Él me eligió a mí, lo que indica que le caía bien. Me hizo mucha ilusión porque llegas a una edad –82 años– y tener un documental serio me venía bien.

No le ha dado vértigo exponerse.

Afortunadamente, ya he superado muchas cosas. Me he desnudado por dentro. Hace años no lo hubiera hecho, pero con la edad uno tiene una visión cariñosa, irónica y crítica del pasado. Ha sido como estar en casa. De hecho, muchas secuencias están rodadas en mis domicilios de Bilbao y Madrid.

El balance es positivo, toreé los tiempos siniestros del franquismo, años en los que yo y muchos compañeros hicimos un cine que hoy sería muy difícil de hacer. En la actualidad, por la censura industrial, de Un hombre llamdo Flor de Otoño –tenía como trasfondo el anarquismo y la preparación de un atentado contra Primo de Rivera– dirían que es una apología del terrorismo. En 2012 hice la película para TVE La conspiración [sobre la figura del general golpista Emilio Mola] y estuvo prohibida, y eso que desde el punto de vista político era Walt Disney en comparación con Un hombre… y Pim, pam, pum ¡fuego!, que se estrenó recién muerto Franco y estaba haciendo mucho dinero cuando los Reyzabal, que eran franquistas, la quitaron.

Gracias a los programas de TVE ‘Historias de nuestro cine’ y ‘Versión española’, mis películas han subido muchos puntos, porque las han visto nuevas generaciones y he notado que me llaman mucho las filmotecas para proyectarlas. Es que ya no se hace un cine así; el mío fue producto de una época.

El cine histórico, negro, musical, de aventuras y de denuncia ha contado con sus aportaciones. Ha tocado todos los palos.

Siempre he querido cambiar, experimentar. Conozco muy bien el cine de Douglas Sirk, y cuando me planteé Tiempo de tormenta, Robert Altman y otros modernos hacían el melodrama de forma diferente. Yo intenté hacer este melodrama como los modernos porque me gusta jugar y siempre he buscado el punto lúdico. Antes de la pandemia, me ofrecieron algunas películas, una de ellas era con Concha Velasco, pero como no me gustaban los guiones dije que no. Es que tengo que creérmelo, disfrutar haciéndola para intentar que guste.

«Los maestros del cine han muerto casi todos»

¿No ha hecho películas alimenticias?

Nunca. Con la productora que tuve gracias a mi familia, que no tenía mucho dinero pero eran muchos, pude filmar El bosque del lobo, si no me veía haciendo cine yeyé. Aunque estoy encantado de haber dirigido Juan y Junior… en un mundo diferente porque me divierte mucho. Todo me ha servido para aprender y practicar, porque me dieron el título de director sin haber hecho ni un corto. Yo quiero seguir siendo alumno. Los maestros del cine han muerto casi todos, ahora hay muy pocos maestros. De nuestro cine son Saura, Berlanga, Buñuel, Víctor Erice y Mario Camus.

Carlos Saura y Luis García Berlanga fueron sus profesores.

Los mejores. Con Saura aprendí a planificar la narrativa cinematográfica. Las clases de Berlanga eran muy diferentes, un cachondeo. Berlanga hizo un papel en mi ópera prima, Días de viejo color.

De niño quería ser actor.

Sí, porque no sabía que había directores. Como actor era horrible, soy muy nervioso y no consigo relajarme. No sé fingir, y con una cámara delante digo lo que siento de verdad. Es una profesión muy difícil, exige muchos sacrificios.

Los intérpretes son los grandes maestros. En la dirección de actores es fundamental la selección. Si eliges bien, puedes jugar. He trabajado con muchos y muy grandes, pero siento debilidad por Concha Velasco, José Sacristán y José Luis López Vázquez.

El juego, lo más sagrado

¿Ha echado de menos a alguien en Olea, más alto?

Me hubiera gustado ver a Pedro Almodóvar [fue segundo ayudante de dirección en Un hombre llamado Flor de Otoño, donde apareció como uno de los compañeros travestis del protagonista] y a Maribel Verdú [participó en Tiempo de tormenta].

Dedica el documental a Diego Galán.

Han sido 50 años de amistad, de comidas, de cine. Fue uno de los primeros que se interesó por lo que hacía. Me pegó unos palos… pero la amistad es la amistad.

Su carrera cinematográfica no puede entenderse sin una palabra: tesón.

Dejé Económicas e hice un pacto con mi familia. Un día me bebí una botella de whisky y les dije a mis padres que quería estudiar cine y una frase muy cursi: prefiero barrer un plató a ser el mejor economista del mundo. Hice las pruebas para la Escuela de Cine y aprobé.

No he parado de tener proyectos, de rodar y de estrenar, solo pegué el frenazo cuando José Frade me dijo que tenía que hacer una película por año, me pareció excesivo. Me ofreció hacer Sangre y arena con Sharon Stone, y yo quería hacer Akelarre. Paré unos cuantos años hasta que pude hacerla, tiempo en el que hice publicidad y lo pasé muy bien [firmó el anuncio de ‘La, la, la’, de Serrat].

«El cine es grande porque se ve a oscuras y en una gran pantalla»

Usted es bastante crítico con sus trabajos.

Sí, pero ya no lo voy a ser tanto. Un día me encontré con Juan Antonio Bayona, al que no conocía, y me dijo que había visto mi largometraje La casa sin fronteras, y me dio la enhorabuena por lo bien cuidada y rodada que estaba, ¡y yo poniéndola verde!

Hay partes de Pim, pam, pum… que me gustan mucho; El maestro de esgrima se vendió en todo el mundo y por segunda vez aspiré al Oscar en Habla no Inglesa y estuve un mes en Hollywood; estoy satisfecho de El bosque del lobo y de los melodramas Más allá del jardín y Tiempo de tormenta, pero al cien por cien no me gusta ninguna.

Es de los cineastas que va asiduamente a las salas.

Voy mucho al cine. Ver películas en el móvil me parece espantoso. Soy más de cine clásico, ahora hay películas que me interesan menos, pero el cine en pantalla grande es algo mágico, y esa magia no la tienes si ves la película en casa. El cine es grande porque se ve a oscuras y en una gran pantalla.

Sabemos de dónde viene. Ahora, ¿dónde se dirige?

Tengo el proyecto de una serie basada en la novela de Almudena Grandes Las tres bodas de Manolita, que estoy escribiendo con Yolanda García Serrano. Serían 10 capítulos en los que compartiría la dirección con Imanol Uribe y Gracia Querejeta.

Sigo leyendo novelas para posibles largometrajes y tengo pendiente el estreno de un documental sobre la familia Olaeta.

Echo de menos a productores con más ganas de riesgo. Ahora con el streaming, las plataformas y las cadenas, el concepto es diferente. Los tiempos cambian y solo haré algo que me guste si tengo salud y curiosidad por la historia para poder jugar. Lo más sagrado es el juego.

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