Pablo Maqueda: “Ser un cineasta clásico es hoy casi un acto político”

Por Chusa L. Monjas · 5 noviembre, 2020

Estrena en el Festival de Sevilla Dear Werner, un viaje en el que participa Werner Herzog, “la voz de Dios”

En el espíritu salvaje y arriesgado de Werner Herzog se mira cada vez que coge una cámara Pablo Maqueda, que ha hecho un ejercicio de admiración por el cineasta alemán en Dear Werner, película documental que participa en la sección ‘Nuevas olas no ficción’ del Festival de Sevilla.

46 años después del viaje de Múnich a París que hizo en solitario y a pie el creador bávaro, experiencia que registró en el libro Del caminar sobre hielo, Maqueda repite el trayecto y, acompañado por la impactante voz de Herzog –“la voz de Dios”–, firma una obra visceral sobre lo que para él significa hacer cine y ser cineasta, “que no es el triunfo, el éxito, los premios, los festivales… Es trabajar con lo que tengas al alcance”, expone el director madrileño, que en su primer largometraje no reprime sus sentimientos y hace una declaración pública de amor por su pareja y productora de la película, Haizea G. Viana.

Tras el estreno el 20 de noviembre de Dear Werner, que también se proyectará en los festivales Rizoma, Zinebi y Alcine, despegará su próximo proyecto, La desconocida, adaptación de la novela de Paco Bezerra Grooming, en la que lleva trabajando seis años y que rodará en julio de 2021.

¿De dónde viene esta fijación por Werner Herzog?

Era muy joven cuando me encontré con su cine. Siempre le he mirado como un maestro. Su capacidad de afrontar el cine como un descubrimiento me llegó muy hondo y, como es un cineasta muy ecléctico, es capaz de trabajar con grandísimos presupuestos y también con presupuestos ínfimos. Hace cine con lo que tenga a mano en ese momento.

Lo suyo es más que admiración, porque emprendió la caminata que hizo en 1974, desde Múnich a París, para encontrarse con la crítica de cine Lotte Eisner, que se estaba muriendo.

Su libro Del caminar sobre hielo me impacto muchísimo, porque esa imagen del cineasta, caminando solo bajo el frío en un acto de fe para salvar la vida de otra persona, me pareció una metáfora muy bonita sobre el viaje que cualquier cineasta emprende a la hora de intentar hacer cine. Es un camino duro, en el que tienes que estar soportando las inclemencias del temporal para levantar la financiación de las películas, y que la historia que vas a contar sea la mejor posible. En un momento en el que estaba cargado de dudas sobre mi interés por el cine, me pareció que ese viaje era el vehículo adecuado para recuperar esa fe, al igual que Herzog también la recuperó. Seguir sus huellas a nivel físico también fue un reto, y me lancé solo, con la cámara, recorriendo unos paisajes impresionantes.

Tuve la suerte de poder hacer la película antes de la pandemia y el confinamiento. Ahora la veo como un bálsamo, porque el espectador puede recorrer paisajes que a día de hoy se nos privan.

¿Cree, como Herzog, que los cineastas se forman caminando, viajando, experimentado la vida?

He intentando tener ese mismo espíritu herzogiano de ser curioso, viajar y aprender de las diferentes culturas. Intentar poner negro sobre blanco sacando ese itinerario del libro fue complicado, porque Herzog es muy críptico en su escritura. Hacer un itinerario siguiendo los mismos pueblos que él pisó fue muy emocionante.

Herzog escribió: “nadie camina a pie, estaba completamente solo. Uno debe aprender a vivir con esta soledad y encontrar sentido en ella”. En periodos de soledad, ¿se ha agarrado a las historias del director alemán?

Sí. Siempre que estoy en momentos duros de mi vida, o necesito motivarme e inspirarme, acudo a su cine, sobre todo al de no ficción, y especialmente a sus documentales de la última etapa. Ha cogido la cámara y se ha ido solo a la selva peruana, a la Antártida, a la cueva más antigua del mundo, se ha subido a la cima de un volcán… Ha viajado a los últimos confines del mundo siendo mayor. Si él puede hacerlo, yo también. Espero que este trabajo también sea un granito de arena para que no solo cineastas, sino para que toda persona que intente emprender un proyecto tenga en cuenta que no importa ser el último o el primero, lo único que importa es seguir caminando.

«Me parecía bonito utilizar el cine de Herzog para transmitir lo que yo opino»

Herzog ha inspirado a muchos cineastas, para Francois Truffaut es “el director más importante del mundo”. Usted es un devoto admirador del autor de Grizzly Man. No es frecuente tanto entusiasmo.

La película es un ejercicio de admiración. Vivimos en una época en la que estamos obsesionado con el culto al yo, pienso que hay que echar la mirada al pasado, aprender de todos los que están delante nuestro y, a nivel cinematográfico, reivindicar la figura del maestro cada día más. Uno de los motivos por los que arranqué este viaje fue una anécdota que descubrí cuando era estudiante de cine, y la protagonizó el director Marc Recha, que a finales de los noventa se fue a Francia para rendir tributo a Robert Bresson. Contactó con él, incluso llegó a vivir algunos días en su piso, aprendiendo de él.

En estos tiempos tan hiperconectados, paradójicamente cada día estamos más separados los unos de los otros, hablamos menos entre nosotros y nos centramos en el yo, yo, yo. Me parecía bonito salir de mí y hablar de él, utilizar su cine para transmitir lo que yo opino. Cuando Herzog vio la película me dijo que una de las cosas que más le había gustado es cuando menos hablaba de él y más hablaba de mí. Soy muy pudoroso en mis películas, pero aquí no podía tratarse de otro modo, tenía que ser sincero.

Herzog lee algunos pasajes de su libro en la película.

La idea inicial era terminar el documental caminando los dos juntos, pero la pandemia no nos lo permitió y él nos propuso narrar partes de la película. Él reconoció que, si hubiera aparecido en cámara, hubiese sido redundante porque, al estar reflexionando sobre su cine durante toda la película casi como un fantasma que recorre los planos, es mucho más interesante que no esté en cuadro.

Cuando Herzog y usted se encuentren, ¿de qué hablarán?

Mi devoción cinéfila por su cine haría que comentáramos muchas secuencias que han marcado mi manera de ver la dirección, pero creo que hablaríamos más de la vida, porque él es un filosofo, un humanista. Le interesa más hablar de los demás que de él.

Poner al espectador en un brete

Director, guionista, productor, actor, documentalista, aventurero. De todas sus facetas, ¿cuál le interesa más?

La de guionista. Como cineasta es capaz de generas metáforas visuales impactantes, pero su voz con ese acento alemán duro, reflexionando sobre la vida con disquisiciones que nos ponen en muchas ocasiones frente a un precipicio, es lo que más me gusta.

«Deberíamos aprender de Herzog y no acomodarnos en nuestras propias miradas»

Y de sus trabajos, ¿con cuál se queda?

Con La cueva de los sueños olvidados. Su cine más clásico –Fitzcarraldo, Aguirre, la cólera de Dios– es el más reivindicado, pero creo que en sus últimos documentales es donde más transmite la verdad que ha aprendido a lo largo de toda su trayectoria y en especial en La cueva…, porque generar esas atmósferas con pequeña cámaras y linternas me parece muy valioso cinematográficamente. Puso ante nuestros ojos la cueva de Chauvet (Francia) con las pinturas prehistóricas más antiguas del mundo. Lo que he experimentado en una sala viendo eso dudo que lo vuelva a sentir en un cine.

Se ha escrito mucho sobre las tormentosas relaciones entre Herzog y el actor Klaus Kinski.

Sin la violencia que se mostraron el uno al otro, me gustaría poder encontrar mis propios Klaus Kinski en todos los departamentos y poder establecer esa comunión casi familiar con los equipos.

El cine está experimentando muchos cambios.

El cine contemporáneo está muy polarizado, tanto a nivel presupuestario como artístico. Cuando nos enfrentamos a contar una historia tenemos que tener al público en la mente y, a veces, intentamos arriesgar. Pero si queremos acceder a determinados fondos, el nivel de riesgo va variando. Deberíamos aprender de Herzog y no acomodarnos en nuestras propias miradas y procurar poner al espectador en un brete.

En la actualidad, las opciones se estrechan para los que quieren hacer cine. Con las series, varían los paradigmas de narración de las historias. Hoy, ser un cineasta más clásico es casi un acto político.

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