Mia y Moi, drama familiar fruto de una oleada de energía joven

Por María Gil · 21 mayo, 2021

Ricardo Gómez, los ganadores del Goya Bruna Cusí y Eneko Sagardoy, y Joe Manjón son los cuatro rostros de la ópera prima de Borja de la Vega

Son una piña y se nota. Ricardo Gómez, Bruna Cusí, Eneko Sagardoy y Joe Manjón comparten amistad, agencia de representantes y una inquietud creativa que les ha llevado a empujar, como coproductores y protagonistas, el debut en la dirección de Borja de la Vega. Este viernes, 21 de mayo, llega a los cines Mia y Moi, proyecto que rodaron en una masía el verano de 2019 y que, tras un 2020 de incertidumbre, aterriza en salas el mismo día que Gómez se sube a las tablas con El hombre almohada. Un doble estreno para un actor que, desde que dejó Cuéntame en 2018, ha levantado obras de teatro y ha ambicionado probarse en otro tipo de papeles en cine. Entre cervezas y bromas, los intérpretes que encarnan a Moi, Mía, Biel y Mikel celebran en una entrevista a cuatro que esta cinta tan autoral y que “ha salido de un lugar muy puro” llegue por fin al público.

 

Además de buen amigo, Borja de la Vega es su representante en Kuranda. ¿Cuándo les propone esta historia?

Ricardo Gómez: El proceso empieza hablando un día Bruna, Borja y yo. Desde hace tiempo él quería dirigir y siempre se encontraba con los muros de la industria. Y en un momento dado le dijimos ‘si quieres hacer algo, hazlo’ y escribe una cosa asequible que se pueda financiar. Entonces nos tiró el órdago de que lo iba a hacer para que trabajáramos juntos. Se fueron juntando socios y en algún momento del proceso entran Eneko y Joe, que Borja los tenía muy claros desde la primera versión del guion.

¿Cómo ha sido este cambio de pasar a ser el director que les da las órdenes en el rodaje?

Eneko Sagardoy: Nos conoce muy bien, como amigos y como actores. A la hora de qué pedir, a quién y cómo pedirlo, ya no solo en lo artístico, sino de psicología y atmósfera. Muchas veces no existe ese ejercicio por parte del director.

R.G: Nunca sentí el miedo de ‘ahora va a ser mi director’, creo que fue bastante fluido. Él tenía un poco más de susto en el sentido de ‘trabajo con esta gente, no quiero que sientan que ahora intento imponer’. Lo que más le destaco como director, más allá de una mirada muy concreta y de que creo que hay un autor muy especial y que tiene muchas cosas que aportar al cine, es como nos trató.

Bruna Cusí: En mi caso ha sido a la inversa. Después de trabajar con él, pensé que el paso natural era que me representara.

«Borja nos conoce muy bien, como amigos y como actores» E.S.

¿Qué les cautivó del guion?

B.C: La relación de intimidad entre Mia y Moi, esta relación de hermanos que es incondicional, pero que traspasa un poco los límites de lo sano. Es una dependencia y un protegerse el uno al otro hasta las últimas consecuencias. Me parecía que era arriesgado y profundo.

E.S: Lo que veía en el buen sentido era el peso de los actores, y en el malo también. O había una solidez en las interpretaciones y una conexión, o se tambaleaba completamente.

Joe Manjón: No hay explosiones, no es Juego de Tronos, vamos a hacer una historia de los cuatro, no vamos a apoyarnos en elementos externos. Supone estar con el compañero, mirarnos.

B.C: Tuvimos ensayos, cosa que a veces no suele pasar en cine, para encontrar los antecedentes a la película.

R.G: Y tú dirás ‘esto es lo más normal del mundo’. Pues no. Ojalá lo fuese. A veces tienes a suerte de caer en proyectos donde te pasas dos o tres meses ensayando y a veces tienes procesos en los que yo he empezado a rodar películas con medio día de ensayo. Y dices, ¿cómo es posible que vayamos a destinar el esfuerzo que supone levantar una película de millones de euros, contratar a gente, gastarte un dineral y que con uno de los protagonistas dediques dos horas a ensayar antes de llevártelo al set? Por mucho que confíes en él y consideres que tiene talento.  Y que alguien que está completamente empezando, como Borja, diga ‘vamos a hacer improvisaciones y ensayar’ me hace sentir un poco de esperanza.

Uno de los temas de los que habla Mia y Moi y que ahora está completamente de actualidad es el de la salud mental.

R.G: La película intenta hacer un reflejo nada moralista. Creo que muestra la crudeza de una persona que no se esperaba para nada vivir una situación así. Con las enfermedades mentales, muchas veces pensamos ‘qué mala suerte tuvieron al nacer’ y creo que tenemos que poner el ojo en lo que nos rodea. Desgraciadamente, a veces sucede al nacer, otras veces porque uno tiene que vivir situaciones en la vida que le llevan a padecer trastornos.

B.C: La gente que sufre maltratos infantiles y abusos tiene más probabilidad de desarrollar una enfermedad mental.

R.G: Mia y Moi sufrieron los daños colaterales de una violencia machista en casa. No solamente contra su madre, sino también contra ellos. Tuvieron la mala suerte de convivir muchos años en su vida con un maltratador.

Los otros personajes se refieren a ellos como “un par de tarados” o “se apellidan problemas y traumas” ¿Cómo creen que lo afrontan?

E.S.: El elemento del humor, aunque muchas veces nos lleve a interpretarlo como una superficialidad, creo que en este caso es el mayor signo de voluntad de construcción y de tomárselo justamente muy en serio. Si alguien está hundiéndose a tu alrededor, sea tu pareja, sea tu familia, tienes que tender la mano, estás obligado a sacar esas fuerzas y muchas veces residen en el humor o en el estar callados, que es lo que hace mi personaje. Y una generosidad que es la de estar ahí. Él, evidentemente, quiere salvarle, pero también a la relación.

B.C: El personaje de Biel me gusta especialmente porque es el de los cuidadores, y siempre me pregunto ¿quién les cuida a ellos?

En el extremo opuesto está Mikel, un personaje tóxico, que cambia la dinámica ‘sanadora’ de la casa y que evoca lo que Mia y Moi vivieron con su padre

J.M: No queríamos que cuando llegara Mikel fuera como que había llegado ‘el malo’. Es distinta la relación que tiene con cada uno de ellos. Volviendo a la herencia familiar, ¿qué le habrá pasado a Mikel antes para llegar a este sitio así? No es excusa, pero una persona que actúa así, feliz no está.

R.G: En el fondo, Mikel es otra víctima de la violencia. Si se hiciese un spin-off sobre la infancia de Mikel nos encontraríamos seguramente con un niño maltratado.

J.M: Igual Mikel llega a ciertos sitios porque no ha tenido una red de apoyo, como lo que Biel intenta hacer con Moi. Por eso está tan obsesionado con Mia.

Una defensa de su autoría

¿Qué lugar ocupa este tipo de historias intimistas, óperas primas, muy de autor, en el cine español?

R.G:  Cuando hablas de pequeñas películas, que en los últimos años han dado la sorpresa o que han llegado a un sector de la crítica, estamos ante un tipo de historias que ojalá fuese mucho más fácil levantar. Cuando tú te encuentras con una Carla Simón, una Arantxa Echevarría, una Pilar Palomero, un Daniel Guzmán, si les preguntas, lo que más van a tener en común son los años que les ha costado levantarlas. Porque da la sensación de que hacer una película sobre algo muy concreto que tiene que ver con su autor o autora, no va a tener tirón comercial. Y lo que nos están diciendo los últimos años es que, cuánto más pegado está a lo local, es más universal.

Hay algo de reflejar la España de barrios que estaba en las películas de los 90 y los 2000. Este cine de los barrios ha pasado a las familias. Ahora estamos hablando de lo que les pasa a las familias.

E.S: Son muy sostenibles, porque el público al que se dirigen va a las salas, es más fiel. Se ha visto con Las niñas o con Ane, son películas que, si miras lo que han costado y el público al que han llegado y el prestigio y los premios que han logrado, hay una relación increíble.

«La película no se ha levantado, la hemos empujado»

¿Ha costado mucho levantar Mia y Moi?

R.G: No se ha levantado, la hemos empujado. Se ha hecho porque había un grupo humano que tenía muchas ganas de hacerla, no porque nadie haya apostado por ella. Cuando se intentó entrar de alguna manera en la parte de la industria lo que se planteaba siempre es tiempo y cambios. Lo que ha terminado haciendo Borja de autofinanciar la película y unirse con socios que hemos ayudado a financiarla es una defensa de su autoría. La meta era ‘pasemos precariedad en el rodaje, pero no en la pantalla’. Es una rara avis, porque generalmente las películas autofinanciadas no van a más de 40 salas. De repente ha conectado con algo y hay programadores que la han querido en sus cines. Algo bien se ha debido hacer.

E.S: Hace poco, una guionista me decía que últimamente le interesaban las historias en las que los actores protagonistas estaban detrás como productores. Creo que hay algo de credibilidad y de apreciación por el público. Que actores del recorrido, la visibilidad y la exposición que puede tener Ricardo Gómez, u otros, apuesten por películas más intimistas es maravilloso. No es un ejercicio nada cómodo, es muy generoso. Juega un papel a quien tengas de cara visible.

¿Esta labor de producir es algo puntual o les apetece seguir?

E.S: Yo monté una productora el año pasado con mi hermano. Vamos poco a poco, hemos hecho tres cortos y estamos intentando levantar el primer largometraje. Hay algo en el teatro que es muy accesible, levantar proyectos es relativamente corto en el tiempo. A veces el cine da mucho miedo, es mucha gente y muchos oficios involucrados. Me emociona no solo protagonizar películas, sino unir equipos. Quiero que sea compaginable con mi labor de actor.

«He descubierto que me gusta mucho hacer lo que me apetece» R.G.

R.G: Hay una oleada de energía joven, que ya llevamos unos cuantos años en el oficio y hemos tenido el tiempo suficiente para experimentar algunas cosas que no nos terminan de gustar y nos apetece aportar, con un granito de arena, algo de nuestro criterio. Yo tengo algo de experiencia como productor teatral.  En lo cinematográfico es la primera vez y espero que no sea la última, porque he descubierto que me gusta mucho hacer lo que me apetece.

¿Qué tipo de proyectos les gustaría que les llegaran?

E.S: Ya sé que tengo cara de triste, pero me apetece una comedia del estilo Ricky Gervais.

B.C: Yo también quiero una comedia muy loca, de humor negro. Un personaje más frívolo, menos sufrido. Tengo una parte cómica que creo que la gente no conoce.

R.G: Me encantaría esta cosa contemporánea y callejera que tiene Fernando León de Aranoa. Tengo ganas de que me saquen a la calle. Mi sensación es que proyecto una imagen de ‘chico bien’ y creo que no lo soy tanto y que tengo otra cara que ofrecer.

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