“La chica sale del barrio, pero el barrio no sale de la chica”. Ese es uno de los eslóganes con los que se promociona Chavalas, la ópera prima de Carol Rodríguez Colás que compitió en la sección oficial del Festival de Málaga. Un “sueño cumplido” y una “gran oportunidad para que la película llegue a más gente”, en palabras de la cineasta de Cornellà de Llobregat, Barcelona.
De nuevo, un proyecto partido por el confinamiento –“estoy muy agradecida de haber tenido la oportunidad de finalizar la película, hay muchas otras que no han tenido la misma suerte”, celebra la realizadora–, en el que “después de sobrellevar el shock inicial de que el rodaje se pospusiera sin fecha determinada tras dos semanas y tras maldecir mi suerte, aproveché el confinamiento para preparar algunas escenas que nos quedaban por rodar y replantear la planificación de algunas secuencias”.
¿Hasta qué punto nuestros orígenes nos determinan? Es la pregunta que arranca el filme. Para su autora, “el lugar donde nací ha sido muy determinante en términos identitarios. No me sabría definir obviando que nací en Cornellà, y estoy segura que yo sería una persona muy diferente si en lugar de haber nacido en el extrarradio de Barcelona hubiera nacido en el barrio de Gracia”. La protagonista de la película, encarnada por Vicky Luengo, hace “el viaje de, una vez emancipada, ocultar sus orígenes de barrio e incluso avergonzarse de ellos. Pero cuando por circunstancias tiene que volver al barrio, se le presentará el reto de aceptar de dónde viene para a la vez aceptarse a ella misma”.
Cortar el cordón umbilical con su lugar de origen es para Rodríguez Colás necesario “cuando estás saliendo del huevo sí. Para aprender, para forjarse una carrera artística como desea Marta, la protagonista de Chavalas. El problema viene cuando Marta cree que va a conseguir sus objetivos laborales e integrarse en el mundo artístico poniéndose una máscara, desde la impostura y luego vuelve al barrio totalmente desclasada, juzgando a sus amigas por haberse quedado allí. Y acaba sintiéndose desubicada tanto en la gran ciudad como en casa de sus padres”.
La cinta juega, además, con la faceta creativa de su personaje principal, en principio contradictoria con su clase social. “Cuando llegué a la universidad”, rememora la cineasta, “me di cuenta de que era de las pocas personas que provenía de una ciudad del extrarradio. Y luego, cuando quise acceder a determinados trabajos, no pude porque no tenía los contactos que algunos de mis compañeros”. En un ambiente social donde se premia la figura casi mítica de los emprendedores, Rodríguez Colás recuerda que “nos han hecho creer que si te esfuerzas y estudias existe igualdad de oportunidades y eso no es cierto”.