Fernando León de Aranoa: “En todas mis películas intento huir del maniqueísmo”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de Fernando Marrero · 21 septiembre, 2021

Con El buen patrón es la tercera vez que trabaja con Javier Bardem y que concursa en el Festival de San Sebastián

El tres es un número importante para Fernando León de Aranoa. Tras Los lunes al sol y Loving Pablo, el cineasta madrileño forma pareja con Javier Bardem en El buen patrón, película con la que, por tercera ocasión, compite en el Festival de San Sebastián. En un año de “mucho cine español bueno”, el director y guionista y el actor vuelven a coincidir con un trabajo cuyo punto de partida es la realidad. “Me contaron la historia de un hombre que se preocupa en exceso por sus trabajadores, porque no quiere que los problemas personales de estos afecten negativamente la productividad de su empresa. Me puse a jugar con esa idea, y sentí que iba a tener mucha comedia, que el patrón iba a ser muy divertido y que me iba a permitir hablar de muchas cosas”, rememora el cineasta madrileño. Consumidor de muchos tipos de cine, aunque el que más huella le deja es “el de personajes”, que también es el tipo de historias que más le agrada escribir. “Me gusta más el retrato que el paisaje, encontrar un personaje que te importe, que exista algo en él que te conmueva y seguirle a través de la historia”, subraya León de Aranoa, que no es de ver las películas en casa. “Me gusta la inmersión de entrar dentro de las historias, y eso me pasa en las salas, donde no hay distracciones. En el cine es difícil que mi mente se vaya a otro lugar”.

Empecemos por lo último. El buen patrón es uno de los tres títulos preseleccionados por la Academia para los Premios Oscar.

El tipo de poder que este empresario de provincias ejerce sobre sus empleados y la forma en la que se relaciona con ellos, esa especie de intromisión casi constante en sus vidas para intentar resolvérselas y de esa manera que las cosas le vayan a él mejor, me temo que es universal. Se entiende y se ve en cualquier parte del mundo. Ese negocio familiar, aparentemente muy local, es como un microcosmos en el que se cuenta algo más amplio que tiene que ver con las relaciones laborales, sobre todo con las relaciones de poder, de jerarquía. Y esto no es exclusivo de España, nos afecta a todos.

Patrón es un término que está en desuso. Ahora utilizamos jefe, director, dueño, líder…

Es cierto que tiene algo de antiguo, como también lo es su negocio. En una empresa familiar de varias generaciones de una ciudad de provincias, este personaje es un cacique. Llamarle patrón me remitía a eso y, a la vez, tiene la otra resonancia que es el origen de la palabra: padre. Él se ve como un padre para sus trabajadores, y se arroga el papel de consolarles, de buscarle pareja, extralimitándose en muchas líneas rojas que dan pie tanto al drama como a la comedia. Ese paternalismo continuo puede llegar a ser muy peligroso.

El trabajo nos preocupa a todos, a muchos les quita el sueño.

El personal y el laboral son dos ámbitos que se entremezclan, casi siempre de una manera perversa. Es como si el trabajo, a veces y a nuestro pesar, nos definiera. Cuando conoces a alguien lo primero que se pregunta es cómo te llamas y a qué te dedicas. Y ahí ya imaginas una vida, un contexto.

Su película deja claro que ser un buen jefe no es fácil.

Es muy difícil, y ser un buen empleado también es complicado. He tenido cuidado con los estereotipos para no caer en lo obvio y hacer una representación muy tosca de un jefe autoritario. Nuestro protagonista tiene una personalidad arrolladora que atraviesa todas las historias que se cuentan.

Como en la vida, aquí ningún personaje es químicamente puro, todos tienen aristas, sus sombras, su cara b que mantienen semioculta. En todas mis películas intento huir del maniqueísmo. Los seres humanos somos mucho más complejos y todos podemos ser de una forma y de otra, incluso en el mismo día.

¿Hay buenos patrones en España?

Los habrá, sin duda. Del mismo modo que hay lo contrario, estamos hartos de verlos. Mostramos una dinámica que no tiene tanto que ver con un patrón específico como con una lógica, que al final es la que está detrás de una empresa y que tiene que ver con cómo funciona el mercado: si los números no salen, va a haber víctimas.

El mismo empeño y exigencia  

El sentido del humor está muy presente en esta comedia nada inofensiva.

Lo que me atrapó es que las tremendas y trágicas cosas que pasan podían dar lugar a situaciones muy divertidas. Muchas veces el humor sale del dolor, que es el más profundo, el que cala, el que mejor resiste el paso del tiempo y el que mejor viaja, porque tiene una raíz más pura, no es cultural. El humor es muy catártico.

La película pincha muy adentro sin perder la sonrisa. En el guion estaba clarísimo, el problema era hacerlo llegar a la pantalla, porque dependes muchísimo del trabajo con los actores, del montaje, incluso la composición musical tenía que tener un tono preciso [la música ha sido creada por Zeltia Montes]. Encontrar el humor en la música sin que sea grosero es un ejercicio muy difícil y muy interesante.

Javier Bardem se transforma en un empresario que cree tener controlado todo lo que pasa a su alrededor.

La primera vez que trabajamos juntos en Los lunes al sol recordaba su interpretación más naturalista, pero no lo es. Con su manera de caminar, de hablar, con su barba, Javier hizo, como ahora, un trabajo de composición. Juntos, fuimos encontrando el sitio exacto y luego él, con su maestría,

tuvo que sostenerlo a lo largo de la película. Cuidamos mucho la progresión, no queríamos que fuera el mismo patrón en la primera escena y en la última, porque en la semana laboral que transcurre la historia las circunstancias que le rodean le van complicando la vida y va perdiendo el equilibrio.

Gracias al cine, usted y Bardem son buenos amigos.

Nos lo pasamos muy bien trabajando juntos. La relación de confianza ayuda mucho. Durante los ensayos, que tuvieron lugar en el mismo espacio en el que íbamos a rodar, Javier y yo nos encontrábamos en uno de los baños en el que él iba a afeitarse, y allí comentábamos lo que íbamos a filmar, sus dudas sobre los diálogos… Esas reuniones se fueron institucionalizando y Javier y yo nos contábamos en el cuarto de baño lo que íbamos a hacer cada día.

Bardem está acompañado por Manolo Solo, Almudena Amor, Óscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Rafa Castejón y Celso Bugallo, entre otros. Es de los que apuesta en los repartos.

Muchísimo. No es que descubras intérpretes, porque todos estaban ahí, trabajando. Como en Los lunes al sol, hicimos un cásting muy abierto al que se presentaron actores muy conocidos y desconocidos, y encontramos a los que mejor encajaban con los personajes que tenía en la cabeza.

Las pruebas de cásting son muy enriquecedoras. Cuando llamas a alguien, ya te gusta su trayectoria.

Han pasado 19 años desde Los lunes al sol. ¿Qué ha cambiado para Bardem y para usted en estos años?

Han permanecido muchas cosas. Los dos trabajamos con el mismo empeño y la misma exigencia que en aquel momento. Hay cosas que empeoran con la edad, y una de ellas es esa búsqueda de lo mejor, de la excelencia para cada toma, cada frase. No nos hemos relajado. Cada película hay que hacerla como si fuera la primera, con el mismo nivel de implicación, entrega y entusiasmo. Hemos hecho películas en medio, sobre todo Javier. Y yo, quizá, ahora estoy algo más seguro y tranquilo. En aquella época dibujaba las películas, hacia stories, ahora ya no siento la necesidad, solo dibujo las escenas más comprometidas.

Con Barrio logró la Concha de Plata a la mejor dirección y el premio FIPRESCI, y Los lunes al sol fue Concha de Oro a la mejor película.

Recuerdo con mucha alegría esas dos visitas a Zinemaldia. Voy con las mismas ganas de entonces, y estoy nervioso porque es la puesta de largo con público [la película se estrenará el próximo 15 de octubre]. Cada película es un mundo, lo importante es que se vea el trabajo, que caiga bien. Ojalá el Festival se convierta en ese empujón que anime a la gente a ir a las salas para que el cine recupere una posición que parece haber perdido como forma de espectáculo, de acontecimiento social. Yo creo que está en vías de recuperarse, y un evento como el certamen donostiarra ayuda mucho a que la gente vea las películas.

twitter facebook linkedin email