Emilio Gutiérrez Caba: “La precariedad forma parte de nuestro oficio”

Por Enrique Aparicio · Fotografías de © AISGE · 21 octubre, 2021

El veterano intérprete y presidente de AISGE recoge hoy el premio Pilar Bardem – Cine, ayuda y solidaridad de la Academia de Cine

Por sus venas corre la sangre del teatro y del cine, mezclada con conciencia social y reivindicativa. Emilio Gutiérrez Caba es el heredero de una saga simpar de la interpretación en España y, tras medio siglo de profesión, es hoy también un referente de un oficio vistoso pero inestable. Preside AISGE, sociedad que se encarga de recaudar y gestionar los derechos de intérpretes, bailarines y directores de escena, desde donde –junto a la Fundación AISGE, que se ocupa del apartado social de la institución– asiste a ese 92% de compañeras y compañeros que no pueden vivir de su trabajo.

La Academia de Cine le hace entrega esta tarde del premio Pilar Bardem – Cine, Ayuda y Solidaridad, galardón que recibe el nombre de la actriz fallecida el pasado mes de julio, por su continuada labor como defensor de los derechos laborales de los intérpretes. Esas personas acostumbradas a “pasarlas canutas”, como pudo ver  de la mano de sus padres o de su tía, y que le han aportado a un compromiso firme, “aunque no virulento”.

Recibe el Premio Pilar Bardem – Cine, Ayuda y Solidaridad. ¿Cómo ha relacionado en su vida su profesión con su conciencia social?

Soy un trabajador de una familia trabajadora. Se nos puede ver como creadores, pero no dejamos de ser trabajadores. Y por lo tanto tengo conciencia de clase trabajadora. He sido siempre reivindicativo, no de una manera virulenta, pero creo que hay que ser crítico con respecto al poder y con estas patrañas que los países nos venden con sus gobiernos y sus políticas.

Asumir la presidencia de AISGE es una extensión de esa conciencia. ¿Cómo ha cambiado su perspectiva del oficio desde la institución?

Perteneciendo a la familia a la que pertenezco, que las ha pasado canutas en varios momentos, ya tenía una visión sobre la realidad de este oficio. Esas situaciones se siguen produciendo. AISGE es una sociedad de gestión, la Fundación AISGE es la que  lleva la parte social; desde que murió Pilar [Bardem] estoy llevando las dos presidencias, y como siempre esa parte social es absoluta prioridad. A los patronos y consejeros de administración nos llena de satisfacción trabajar en esa línea, ayudar directamente a quien lo necesita.

Pienso en mi madre y en mi padre, que jamás tuvieron cobertura social, ni paro, ni nada, y creo que esto les hubiera gustado: que uno de sus descendientes se dedique a algo relacionado con paliar esas carencias. De eso estarían muy orgullosos.

La frase “mamá, quiero ser artista”, ¿causa hoy menos recelo que hace 50 años?

Había unas leyendas negras en torno a nuestra profesión que están superadas; existen muchos sectores mucho más criticables. Pero no creo que los padres les haga gracia, si oyeran “quiero ser funcionaria” se quedarían más tranquilos. Todavía está muy extendida la idea de que si uno quiere ser artista tiene que estudiar a la vez algo considerado más serio. La sociedad tiene la idea de que de la creación no se puede vivir, que no es descabellada, y siempre se valora antes lo que uno gana que cualquier otro aspecto.

Según los datos de AISGE, solo un 8% de los actores y actrices vive de su profesión.

Y de ese ocho que viven de esto, pongamos que solo un cinco son los que viven de manera más desahogada y un tres son los que viven realmente bien. Es un número muy pequeño comparado con los banqueros o los agentes de bolsa. Y lo preocupante es que esto no solo ocurre en España, se da también en Estados Unidos. La gran mayoría de la gente está en paro, porque esto es así. Yo terminé ayer una serie y oficialmente hoy estoy en paro.

Hay que asumir esa precariedad porque es parte de la profesión, como el deportista asume el riesgo del deporte. Nosotros asumimos este otro riesgo, que es muy incómodo en una sociedad que vive pensando en el dinero. Qué le vamos a hacer.

En un oficio con fama de frívolo, ¿cree que las exigencias laborales de los actores y actrices se han percibido con seriedad?

La sociedad española muchas veces no se toma en serio a sí misma, y a nosotros también nos toca eso. Hace años pagamos un altísimo precio por el posicionamiento en la guerra de Irak, lo que nos granjeó la enemistad rencorosa de una parte del Partido Popular –no digo de todo el partido–, que consideró que como ciudadanos no teníamos derecho a protestar. Benditos los países que han protestado contra las guerras, y no los que las han fomentado.

Ese sector del PP, sobre todo en la parte del Ministerio de Hacienda, se portó muy miserablemente con nuestro colectivo, y eso ha creado muchos problemas. Sobre todo, un desconocimiento social de nuestras reivindicaciones. Pero quienes protestaron por la guerra, como quienes formaron parte de la famosa huelga del 75 –que no fue solo laboral, fue política– pueden estar orgullosos. Cuando salíamos a los escenarios y decíamos no a la guerra de Irak, decíamos no a todas las guerras.

A nivel de la calle, algunos actores han sido señalados por su posicionamiento político, especialmente la familia Bardem. ¿Cree que puede salir caro tener una voz en este mundo?

Es posible. Pilar Bardem fue una mujer muy valiente, no solo en su vida privada, sino también en su vida pública. Eso es muy admirable. Ella hacía gala de un posicionamiento político muy respetable en una democracia, no entiendo por qué había que señalarla como enemiga por parte de ciertos partidos y medios. Eso es faltar a la verdad y calumniar, en muchos casos, a gente que da su opinión. Pilar y sus hijos, Javier y Carlos, han sido juzgados como artistas por razones que no son su talento o su valía, y eso es muy injusto. Censurar artistas por sus ideas es fascismo, y eso no lo deberíamos consentir nunca.

En su opinión, ¿las personas con oficios públicos como el suyo tienen una responsabilidad respecto a lo que proyectan a la sociedad?

Nuestras palabras tienen repercusión, y sin duda somos conscientes de ello. Creo que debemos hablar con conocimiento de causa, e intentar ser lo menos injustos posible. Tener opinión y criterio en la sociedad civil es importantísimo, y cuando un intérprete dice algo cercano al sentir general, la gente se identifica con él.

¿Qué retos enfrentan para el futuro cercano?

Hay que bajar el nivel de paro; creo que un 70 o un 60 % son cifras razonables. No es sostenible que solo el 8% de nosotros vivamos de nuestro oficio. No aspiramos al pleno empleo, que es una utopía, pero este sector debería emplear dignamente a más personas.

Tras 50 años de trabajo, ¿sigue aprendiendo cosas sobre su oficio?

Por supuesto. Me sorprenden cosas de compañeros de mi edad y también de gente joven. Hay que aprender constantemente, y este oficio es de un aprendizaje constante. Forma parte de él. Aprendemos de los demás y de nosotros mismos.

¿Qué balance hace de esa parte de su vida dedicada a la interpretación?

Un balance general puede ser un poco delicado [risas], pero creo que en mi carrera han brillado algunas cosas y otras no han brillado en absoluto, como en todas las carreras que se extienden en el tiempo. Puedo decir que he vivido de esta profesión, que he conocido a gente estupenda, tanto intérpretes como técnicos, y también he conocido otros ámbitos a partir de mi profesión. Si volviera a nacer, estoy seguro de que me seguiría dedicando a algo relacionado con la libertad de expresión y creación. Forma parte de mi espíritu.

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