Al final del cortometraje Cerdita, su protagonista –una adolescente gorda que sufre acoso por su físico– tiene que elegir entre moral y venganza. “Un conflicto demasiado interesante” como para dejarlo ahí, en palabras de su autora, Carlota Pereda. Un lustro más tarde del corto que le valió el Goya, vuelve al mismo pueblo extremeño y a los mismos personajes en su ópera prima, que compite en la sección Zabaltegi-Tabakalera de San Sebastián. Una cinta de género que se atreve con una violencia cruda e imaginativa y que parte de un miedo muy terrenal, compartido por millones de personas en todo el mundo.
Cerdita parte de un terror real para mucha gente, que es el de mostrar su cuerpo.
Quería explorar desde el terror algo que me diera miedo a mí. Y lo que me da miedo, principalmente, es la gente. El bullying, el no poder controlar lo que te sucede simplemente porque a alguien se le cruza un cable… es terrorífico. Y eso tiene que ver con el miedo a mostrar cómo eres, el miedo a que eso tenga consecuencias. Soy lesbiana y sé cómo funciona la homofobia. Al comprarla con la gordofobia, me doy cuenta de que tu cuerpo no lo puedes ocultar, no hay armarios para eso.
¿Cree que el cuerpo gordo de la protagonista genera una cierta incomodidad al ser mostrado con naturalidad? Es contradictorio.
Es alucinante que tanta gente diga: qué valiente es Laura Galán. ¿Por qué es valiente? ¿Por mostrar sus emociones como lo hace? ¡Pues no! ¡Por ponerse en bikini! Laura es valiente por cómo se deja la piel en cada plano, no por enseñar cómo es. Me resultó muy difícil encontrar actriz para el corto, porque tenía muy claro que quería mostrar el cuerpo de la protagonista tal como es y no demasiadas adolescentes estaban dispuestas a hacerlo. Y por supuesto, lo que no quería es que una actriz sufriera haciendo el papel. Encontrar a Laura fue clave: es más mayor que el personaje, quizás por eso está más trabajada y conoce su belleza. Al final todo es político. La estética, también.
La posibilidad de una venganza es un argumento clásico del género. ¿Cree que como espectadores disfrutamos de ver sufrir a gente que, llegamos a creer, se merece una cierta violencia?
Yo quería que el público pensara: ¿por qué me siento así? Dicen que los niños solitarios sueñan con vengarse, creo que todos lo hacemos. Nos han enseñado que las víctimas tienen que ser perfectas, modélicas. Tienen que ser solo víctimas, no personas con sus complejidades.
¿Ha tenido algún límite en el planteamiento de la violencia? No da esa sensación.
Ninguno. Intenté ser lo más honesta posible con la historia y los personajes. Sí hablé mucho con los productores para ver hasta dónde queríamos llegar. Teníamos claro que el punto de vista de la película es el de la protagonista, y que muchas cosas que ella veía las queríamos mostrar en pantalla. La forma siempre tiene que ver con el fondo.
Entre la autoría y el género
Como en muchas películas del género, qué se ve y qué no se ve es fundamental. En una historia donde prima un sol de justicia, ¿cómo fue el diseño de puesta en escena?
Pensamos mucho la puesta en escena antes de rodar. De hecho, nada se ha quedado fuera, hemos montado todo lo que rodamos. Visualmente, queríamos construir el arco narrativo de la protagonista. Rita Noriega, la directora de fotografía, y yo queríamos generar claustrofobia a través del calor. El calor hace que el cuerpo esté muy presente, y nos conecta con el despertar sexual. Con Rita, con el montador David Pelegrín, con los jefes de equipo hablé mucho antes de rodar. No sé si porque soy maniática, por que soy mujer, o por las dos cosas. Necesitaba un enfoque muy claro; puede que nos equivoquemos, pero que se note esa intención.
La dirección de arte también es importante en una historia que nos lleva a un verano popular y un de aire retro.
En Extremadura se da una mezcla curiosa, la de la modernidad con elementos estancados en el tiempo, como coches de hace más de treinta años. Es una de las regiones más empobrecidas de España, es muy seca… Tenía elementos que me ayudaban a crear una historia atemporal, reconocible para adolescentes y para personas más mayores, a las que les recordará a los veranos de su infancia.
La cinta nace del corto, que ganó el Goya, ¿cómo fue el proceso de hacer crecer la historia? ¿Cuáles fueron los mayores retos?
Mientras rodaba el corto, varias personas del equipo me decían: aquí hay una película. Y es verdad que el conflicto moral con el que culmina el corto era demasiado interesante como para dejarlo terminar ahí. Además, ya me había enamorado del personaje y tenía a la actriz adecuada. Así que hice el planteamiento justo después del corto y nos pusimos en marcha junto a Morena Films, que confiaban en el proyecto. No todas las productoras entendían que una película estuviera a medio camino entre el cine de autor y el género.
¿Cree que sigue habiendo reticencias para que las mujeres escriban y dirijan terror?
La respuesta corta es que sí. En el mundo del corto ya lo notaba, te sentías cuestionada por querer hacer terror. Y eso que en el mundo del corto hay más mujeres haciéndolo, al largo no llega casi ninguna.
Cerdita se verá en San Sebastián, ¿qué cree que puede aportarle la presencia en el festival?
Es un honor. Mucha más gente va a conocer la película, gente que probablemente no consume demasiado cine de terror. El festival da respetabilidad, y eso en el cine de género es un gran impulso. No nos lo esperábamos, estamos muy felices.
Cerdita se estrena el 14 de octubre.