Jaione Camborda: “Hay una crisis de valores con la urbe, con el asfalto”

Por Enrique Aparicio · 26 septiembre, 2023

La cineasta vasca puede dar con O corno la primera Concha de Oro a una película en gallego

Una cineasta donostiarra creando desde Galicia coloca la primera cinta en gallego en Sección Oficial del Festival de San Sebastián. Jaione Camborda aspira a la Concha de Oro con O corno, trabajo que, además de hacer sonar la lengua gallega en el apartado principal de Zinemaldia, quiere ser “un paso ganado para la cinematografía de autor”. Una historia situada en 1971 en la frontera de Galicia con Portugal, que es “política pero no cultural”, y que tiene la maternidad y el derecho al aborto como temas centrales, en un momento en que “hay voces que están atentando contra este derecho, y se les están dando un espacio político”. El 11 de octubre llega a las salas.

 

¿De dónde surge el primer chispazo de lo que ha acabado siendo O corno?

La película es producto de un momento vital de inquietudes, de la necesidad de entender, de manera instintiva, visceral, qué sucede en esa capacidad de la mujer de concebir, de dar a luz, de alumbrar vida. Y cómo esa vida tiene muchas caras. Empiezo a escribir, en mi vida van pasando cosas relacionadas con esta escritura… Afronto los proyectos con muchas preguntas y sin un ánimo de respuestas claras. Y eso es lo que comparto con el espectador, esos lugares inciertos.

Es una historia con muchos silencios, con las palabras justas. ¿Cómo se teje un guion que prima ese minimalismo?

Es sintético, sí. Todo recurso estilístico en esta película intenta ser el mínimo exponente. Esta forma de plantear los diálogos no te permite rellenar, no se puede poner a alguien hablando del tiempo. Eso genera una tensión en la que creo que reside parte del interés, en ese tiempo suspendido. Es una especie de gota en un túnel subterráneo, marcando un tempo.

O corno revela historias de las que en su tiempo no se podía hablar. ¿Cómo ha sido su contacto con esas realidades?

Partiendo de ese impulso sobre el tema, la investigación y la búsqueda de inspiración ha sido a través de hablar con gente que ha vivido esa época. Que ha vivido esos partos, que ha vivido el estraperlo… Muchos detalles de esas historias están en la película, obviamente estilizados para el cine, pero casi todo parte de esa recolección de experiencias, de situaciones reales.

La frontera es importante en la historia, en este caso entre Galicia y Portugal, pero también entre lo visible y lo que no, lo moral y lo inmoral. ¿Qué le interesaba de ese cruce?

En la película hay una frontera política pero no cultural: aunque una habla gallego y la otra portugués, se entienden. O sea, la frontera es política pero no es real. Y eso ocurre en el resto de la película, las fronteras siempre son políticas, siempre separan lo prohibido, pero no lo que hace la gente, lo vital.

«Mi película, aunque es política, como toda creación, quería que trascendiera hacia lo universal y humano»

El aborto y las condiciones en que se practica son centrales en el largometraje, que llega en un momento en el que hay quien quiere que vuelva a ser un debate su legalidad.

Hay voces que están atentando contra este derecho, y se les están dando un espacio político. Mi película, aunque es política, como toda creación, quería que trascendiera hacia lo universal y humano. Era importante que estilísticamente el espectador tuviera una experiencia de actualidad. Intentamos que el espectador se olvide un poco de que estamos en 1971, aunque toda la ambientación está muy cuidada, pero se juega a una atemporalidad que abra ese diálogo con el presente. Porque no estamos tan lejos de esos tiempos oscuros.

Su película es un ejemplo de cómo ciertas historias que se han contado en la intimidad, a media voz, ahora se muestran en el cine o en la literatura.

Estas historias viven en la intimidad de los hogares, porque durante mucho tiempo no se podían compartir en público. En O corno no he querido mostrar explícitamente la dictadura: está en la clandestinidad, en la tensión, en el susurro, en el tener que esconderte. Porque creo que lo invadió todo, la dictadura y el patriarcado estaban en todo, no solo en la represión violenta.

Es la primera película de Janet Novás, artista curtida en danza y performance. ¿Cómo surge esta apuesta?

En el casting invité a gente formada y no formada en la interpretación, y entre el segundo grupo a varias bailarinas, porque quería potenciar la dimensión física del personaje. Conocía el trabajo de Janet, que es muy interesante, y fue una revelación. Esa presencia fuerte, esa relación física con las emociones, su origen en una aldea, muy pegada a la tierra. Todo me indicó que era la persona adecuada. Además me siento muy identificada con ella, y eso es bonito, porque en las películas siempre hay alter egos. Sean mujeres, hombres, niños, ancianos… siempre hay algo de quien escribe esos personajes.

«El lógico que la mujer explore cuestiones casi por primera vez en el cine»

¿Cree que existe un momento potente para las historias más rurales en el cine español?

Hay un cambio generacional, al menos en Galicia, porque la generación que se fue del campo sigue teniendo vínculos con otra que se está acabando. Y creo que hay un interés por entendernos, sumado con una crisis de valores con la urbe, con el asfalto. Y el rural todavía se ve como un refugio en ese sentido. Creo que la gente joven está en otras temáticas, en cualquier caso. Siempre he pensado que es lógico que la mujer, que se ha incorporado en general hace poco al cine y siempre lo ha visto a través de los ojos del hombre, explore cuestiones casi por primera vez. Nos miramos en el espejo del cine y pensamos en nuestra infancia, nuestra sexualidad, nuestras maternidades…

Y, ¿cómo valora el momento del cine hecho en Galicia y en gallego?

Por un lado, ya hay el calor de una familia de creadores con la que compartir inquietudes, intercambiar películas… Y es importante, porque hacer cine es muy costoso y este calor hace falta. Por otro lado, los triunfos del cine gallego hacen que las instituciones crean en su importancia, y eso cambia un poco la mirada, de las instituciones y de los espectadores. Aun así no es fácil. Cada éxito de estas películas es un paso ganado para la cinematografía de autor.

¿Qué significa para usted participar en Sección Oficial en Zinemaldia?

Es increíble ver las películas que tenemos al lado, el jurado que va a ver la cinta… Además yo soy donostiarra, y vamos a mi ciudad con la primera película en gallego en la Sección Oficial del festival. Es una celebración de esa mezcla que hay en mí, es muy simbólico para una cineasta vasca creando desde Galicia. Al final lo importante es que, si todo va bien, una selección en Zinemaldia pone más fácil hacer la siguiente película. Ese es el premio de verdad.

¿Qué puede atraer al público del certamen de esta historia?

Estoy en ese momento de expectación en el que no sé cómo va a ser acogida, qué me va a devolver la película. Sé que la primera imagen es impactante, eso es lo que más me han repetido hasta ahora, pero estoy abierta a la expectativa.

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